Tenemos un problema. Un terrible problema traído a colación de la pandemia y que no demasiada gente comenta en voz alta, pero se trata sin duda de un aprieto al que tenemos -y tendremos- que hacer frente durante mucho, mucho tiempo.
–Mira, Postigo, este es Jaime.
Mierda, ¿y ahora qué? ¿Saludo dando la mano? ¿El puño? ¿El codo? La grilladura se vuelve total si encima se trata de una persona a la que procediera dar dos besos.
¿Y si prefiere que no le toquen de ninguna manera? ¿Acaso considerará de mala educación o raro que yo rehúya todo contacto? Joder, me habían hablado también de saludar con la mano en el pecho, pero... qué frío, ¿no?
Venga, a lo loco. Le ofrezco la mano. ¿Qué podría pasar? Si eso luego tiras de gel hidroalcohólico y ya. Además, seguro que no es tan contagioso a través de las manos.
Espera, ¿qué estás diciendo? ¿Dos años después y estás pensando en darle la mano? Choque de codo, imbécil, en plan bro. ¿Pero eso no va a quedar muy de película americana? Y peor sería ofrecerle el puño...
–¿Postigo? ¿Estás ahí?
–¿Eh? ¿Qué? Sí, joder, lo siento.
–Tío, Jaime se ha ido hace media hora.
No, si al final vamos a acabar saludando con el culo.