"Ah, ¿te has enterado?". Pues claro que sí. Lo subiste el otro día a redes, aguililla. Valga la redundancia, me sorprende la sorpresa cuando me encuentro en ese escenario en el que escucho esa frase. ¿No es lógico? Si has compartido un momento de tu vida en un espacio que es público, ¿por qué te extraña que la gente sepa de él?
Esto me hace plantearme la falta de perspectiva que tenemos de las redes sociales. Simplemente, compartimos alegremente cosas que hasta consideramos íntimas sin saber exactamente a dónde o a quién pueden llegar. O más sencillamente, de las repercusiones que pueden acabar teniendo esa foto o esos segundos de vídeo.
Literalmente he llegado a ver un despido por unos tuits a destiempo y tratando un tema inapropiado. Una persona que se quedó en la calle por alardear públicamente del provecho que sacaba de su puesto de trabajo, unas frases que dañaban a su empresa. Ese personaje, al día siguiente, fue llamado al despacho del jefe para pasar el que probablemente sea uno de los peores momentos de su vida.
¿De verdad merece la pena? Piénselo a la hora de dar al botón de publicar.