Las elecciones europeas han vuelto a dejar mensajes claros para la clase dirigente nacional. Sólo ha ganado una formación política, pese a los insistentes análisis novelescos escuchados. La abstención ha sido abrumadora. El PP no remata la faena, otra vez, incluso habiéndose merendado a Ciudadanos. El PSOE cae ligeramente y resiste a costa de fagocitar a su socio de Gobierno. Sumar se ha descalabrado. El globo de Yolanda Díez se desinfla. Vox también aguanta y eso que le han salido competidores. Nacionalistas e independentistas pierden fuelle pero mantienen su clientela, aunque trasvasan votos territoriales de unos a otros. Irene Montero vuelve a disponer de sueldo público. Sin inmutarse, Tezanos, de nuevo, haciendo el ridículo...
Sin embargo, la auténtica novedad de estos comicios ha sido la irrupción de la agrupación electoral Se Acabó la Fiesta (SALF). Un outsider, Alvise Pérez (Luis Pérez Fernández), un sevillano de 34 años, que arrasa en Telegram e Instagram, ha conseguido más de ochocientos mil votos y tres escaños en el Parlamento Europeo. Han sido las papeletas de los que están hasta los mismísimos del panorama político patrio. Las encuestas lo vaticinaban y la partitocracia, en términos taurinos, ha recibido un nuevo aviso.
El líder de Se Acabó la Fiesta ha pasado por la UPD de Rosa Díez y Fernando Savater y ha ocupado el puesto de jefe de gabinete en las Cortes Valencianas con Toni Cantó, cuando ocupaba escaño por Ciudadanos. Acabó enfrentado con sus colegas de partido. Después, a través de las redes sociales, ha ido tejiendo sus recados al poder establecido, se ha hecho escuchar. Su mensaje contra el sistema establecido y la corrupción política ha ido calando entre parte del electorado joven. Salvo excepciones, los dirigentes políticos españoles del momento se han entregado con entusiasmo al populismo más cutre, que al parecer funciona en las urnas. Alvise es un producto de la polarización política imperante en España.
El presidente Pedro Sánchez le mencionaba en sus mítines y ya le cita en el Parlamento, quizá porque es el primer interesado en dividir el voto de sus contrarios, mirando el corto plazo, sin reparar en que está alimentando y haciendo crecer a 'Batman', como le nombra su legión de seguidores, a los que él considera su comunidad de ardillas (el logo de su agrupación electoral es una ardilla con la careta V de vendetta). El francotirador Alvise Pérez está agitando el panorama político y más que lo va a poder hacer a partir de ahora porque la sociedad española le ha proporcionado el aforamiento que buscaba. Con su presencia en el Parlamento Europeo está más blindado jurídicamente ante la avalancha de demandas con las que convive habitualmente, lo que demuestra que sabe de qué va todo esto de la política, la justicia, la narrativa mediática, el poder y el sistema establecido…
Sin un programa político al uso, con un discurso que en algunos aspectos es plenamente antisistema, sin organizar los tradicionales mítines y recogiendo descontentos e indignados por doquier, Alvise ha demostrado un particular dominio de las redes sociales, refiriéndose, entre otras cuestiones, a la mano dura de Bukele, el presidente de El Salvador, con las bandas criminales de aquel país centroamericano, ahora desaparecidas del mapa. Y eso, unido a la feroz crítica al Gobierno de Sánchez, le ha hecho ganar adeptos por todo el país.
Se Acabó la Fiesta ha irrumpido en el reparto del pastel electoral. Tendrá en contra a la mayoría de la opinión pública y de la opinión publicada, a todas las fuerzas políticas, a los habituales portavoces sociales, a gran parte de la prensa, a los tertulianos de plantilla, a los ideólogos de toda condición. A pesar de todo ello, su argumentario cuenta desde el 9-J con más de ochocientas mil voces que le dado su apoyo democrático. Más leña al fuego. Quienes no sabían de la existencia de Alvise, ahora lo van a conocer sí o sí.