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Clásico

Recetas para educar

Por Juan Carlos López

El cuaderno de mi suegra


Este mes he tenido la suerte de tener entre mis manos el cuaderno de mi suegra, un cuaderno de 1946, realizado cuando ella tenía 12 años y tengo que reconocer que quedé impresionado. Por su limpieza y buena letra, ¡muy buena letra! -a pesar de estar hechos con plumilla-, magníficos dibujos, con margen en todas sus hojas, todos sus capítulos fechados y firmados (Pedraza de Alba, 22 de mayo de 1946); un cuaderno paginado, con un índice al final del mismo, con una estructura fija, en un formato que no permitía arrancar las hojas, lo cual lo hace ecológico, aunque en aquella época probablemente el criterio sería económico, o que, probablemente no habría cuadernos de otro tipo.

 

El cuaderno daba una sensación de limpieza y armonía: un cuaderno para guardar. Probablemente dedicaran mucho tiempo a cada hoja, y hoy no todo sería extrapolable a la situación escolar actual, ya que muchas cosas han cambiado, pero sí nos debería hacer reflexionar.

 

Debemos esforzarnos por mejorar los cuadernos de nuestros alumnos, haciendo cuadernos que sean dignos de ser guardados. Los cuadernos dicen mucho del alumno, pero también dicen del maestro.

 

Deberíamos considerarlo más como el elemento donde se escribe una parte de nuestra vida, que un conjunto de papeles grapados; tendría una parte práctica, otra creativa, e incluso otra íntima.

 

Para empezar, debe darse importancia a este recurso educativo, debemos tener unas pautas claras ya desde su elección. Qué tipo de cuaderno es el más adecuado para nuestros alumnos, en función de su edad y nuestra manera de trabajar (un cuaderno de cuadrícula, o de papel milimetrado, o de folio blanco); qué tamaño tendrá (tamaño folio o cuartilla), qué formato, de espiral, de grapas, de muchas hojas o de pocas, etc...

 

Esta elección debería compartirse, consensuarse, discutirse y argumentarse, entre el tutor y los distintos especialistas, e incluso debería existir una progresión a lo largo de los distintos cursos.

 

Son los tutores, que tiene un conocimiento más exhaustivo de los niños los que deben asesorar a los maestros especialistas del tipo de cuaderno, ya que estos al pasar por diversos niveles, en ocasiones desconocen las aptitudes gráficas y de orientación de los niños.

 

Este cuidado se hace más necesario cuanto menor son los alumnos, pero también es importante estar pendientes en los cursos superiores. Lógicamente, a medida que el alumno crece y conoce sus gustos y necesidades puede aumentar su libertad de elección.

 

Por otro lado el cuaderno debe tener unas normas de uso como: no arrancar hojas, paginar el cuaderno, determinar si se utilizará lapicero, o bolígrafo, y con qué criterio se hace, (ej: en la asignatura de inglés se puede escribir con azul cuando se escriba en inglés, con rojo si es la lengua nativa y lapicero si  se reproduce la pronunciación); se determinará si se utilizará “el tipex” para subsanar equivocaciones, o cómo se realizarán las correcciones, qué normas se regirán para dejar márgenes, cómo se harán los títulos.

 

¿Sólo se utiliza para hacer ejercicios o se usa para ampliar la información de los libros? Y los títulos, ¿cómo se hacen?, ¿se pone la fecha?, cómo y donde. ¿Se puede decorar la portada o no? ¿Dónde se pone el nombre del cuaderno? ¿Se deja una hoja antes de empezar el cuaderno? ¿Se pone el nombre de la asignatura?, ¿Dónde y como? Cuándo se hacen ejercicios, ¿se copia la pregunta o no, o depende de la edad?

 

Los maestros debemos tener y respetar ciertas normas, como, por ejemplo, cómo se van a corregir los cuadernos (en presencia del alumno, marcando los errores y subsanándolos con ellos…), porque ¡hay que corregirlos! Con qué color, dónde colocamos la corrección, ¿se corrigen igual los fallos ortográficos, que los conceptuales y los procedimientos? ¿Cómo señalar lo positivo? ¿en otro color?

 

Un día una maestra que estaba frente a una pila de cuadernos, al preguntarle qué hacia me respondió “arreglo cuadernos” y eso hacía, les quitaba la anilla y cambiaba las hojas que estaban espachurradas por otras nuevas, marcaba con post-it los lugares en donde había cosas mejorables y dónde había otras que reforzar y luego, al día siguiente a solas, explicaba al alumno cómo podía mejorar su cuaderno; algunos no se creían que se podía hacer mejor, y era entonces cuando les enseñaba el cuaderno de otros alumnos para que se fijasen. Pues “copiar” a veces es una manera de aprender, sobre todo cuando se copia de los buenos

 

Los cuadernos se deben evaluar y valorar, si no queremos que se devalué su trabajo y los alumnos dejen de esforzarse en sus presentaciones. Evaluar no solo el contenido sino también la forma, la buena letra, Y ¿cuál es la buena letra? ¿Tenemos los maestros buena letra para imitar…? Aún recuerdo aquel alumno que con su cuaderno en mano se acerca al maestro y le pregunta que si por favor le lee qué le ha puesto al margen en rojo pues no lo entiende, a lo que su profesor le dice: “Pues hijo, ahí pone que hagas mejor la letra, ¡que no se te entiende nada!”.

 

Es importante valorarlos, y al menos una vez al mes poner notas positivas en ellos, y de paso sobre el alumno. Todos niños se lo merecen, lo necesitan y si nos esforzamos, todos tienen algo positivo que destacar.

 

En muchos casos más que normas lo que necesitan los alumnos son pautas, orientaciones de cómo realizar su trabajo. Es cierto que para algunos niños una hoja en blanco puede ser una oportunidad para ser creativo, pero para otros puede asustar. Por ello no propongo “encorsetar la creatividad” de los niños sino orientar y enseñar. De no hacerlo, nos encontraremos con cuadernos en el mes de mayo sin el nombre puesto, sin respetar los márgenes, con hojas tachadas y emborronadas y muchas de ellas arrancadas; niños que necesitarán tres cuadernos en un año para una asignatura mientras que a otros les sobra con medio, y no precisamente porque uno trabaje más que otro. Niños que pierden un cuaderno y nos les preocupa porque su madre les comprará otro y total, como lo que ponía no era importante y el esfuerzo echado era el mínimo…

 

 Si perseveramos, llegará el día en que ellos mismos valoren una buena presentación, y les “salga de dentro” estructurar la hoja, hacer buena letra… Se trata de hacer una inversión de futuro; si saben presentar un cuaderno, harán exámenes bien estructurados más adelante, sus trabajos en el instituto y en la universidad reflejarán ese orden…  No podemos olvidar que “Un cuaderno ordenado ayuda a tener la cabeza mejor ordenada”.

 

El cuaderno debe ser algo valioso para el niño, del que se sienta orgulloso, y para ello nosotros debemos colaborar. Que al finalizar el curso sea éste el reflejo de lo aprendido y vivido ese año.

 

Por favor, hagamos cuadernos como el de mi suegra, que merezcan la pena ser guardados.