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Paradojas no disimuladas

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Tribuna
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España vive en un continuo tormento político que va engarzando 'sucedido a sucedido'. El mejor resumen de la situación que padecemos lleva la firma de Arnaldo Otegui. "Se da la gran paradoja de que no habría Gobierno de progreso en el Estado sin el sostén de las fuerzas de izquierdas que quieren marcharse de España". El líder de la coalición abertzale no tiene por qué disimular.

Su papel está bien definido en esta estructura sujetada por los alfileres de los independentistas vascos y catalanes que viven de la extorsión política para mantener su discurso interesado. El problema es querer disfrazar este entreguismo como gesto de concordia entre los territorios. No nos engañemos. Todos los gobiernos, de todos los signos políticos, han cedido históricamente ante las exigencias de los independentistas porque no les quedaba otra alternativa. Era una salida de emergencia más o menos viable para asentar mayorías parlamentarias.

La diferencia entre el discurso de vascos y catalanes está en su manera de interpretar su autonomía. Mientras los republicanos catalanes claman por otro referéndum y su salida de España, los vascos apuestan por el autogobierno, que equivale a más dinero para gestionar su espacio, ya denominado estatutariamente como 'País' Todo esto puede equivaler a paradojas como la salida de la Guardia Civil de Navarra, paradojas que explican muy bien la reflexión impúdica de Otegui.

El Gobierno de Pedro Sánchez aprobó la pasada semana los Presupuestos Generales del Estado. Es decir, consiguió rematar su tortuosa continuidad hasta diciembre de 2023, fecha marcada para convocar las siguientes elecciones de ámbito nacional. En mayo llegarán las municipales en forma de primarias que indicarán el estado ánimo de los votantes. Los Presupuestos, llevados en un lote con otras medidas como suavizar el delito de sedición o el impuesto a las grandes fortunas, han servido para desviar la atención sobre la vergüenza de lo que supone la aplicación de la Ley del 'sí es sí' o los reproches parlamentarios escandalizados porque una diputada de VOX le diga a Irene Montero lo mismo que su marido Pablo Iglesias dijo en su día de Ana Botella por ser la esposa de Aznar.

Pero como hemos convertido la política en un show permanente nos quedamos en las frases. Da igual que la hemeroteca refresque memorias y conciencias. La política española se ha sumido en una espiral de golpes de efecto y redes sociales mal interpretadas. Hasta el punto de que ahora estamos ya pendientes del fútbol. El Mundial para que recupere esa esencia de 'opio del pueblo' de forma que, entre goles y navidades, la percepción de la realidad se escape de lo que verdaderamente importa.

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