La fundación, principal operador cultural de Castilla y León, y la Diputación de Palencia trabajan en un acuerdo
El hábito del cofrade, un atuendo cargado de simbolismo
En el hábito del cofrade no hay puntada sin hilo. Cada elemento, la túnica, el cíngulo, el capillo, la capa...
Todo tiene un simbolismo, cada uno guarda un significado, y todos en su conjunto unifican e identifican a la hermandad que lo viste.
Un significado que se recuerda cada Lunes Santo en el Acto de la Vestición, uno de los momentos más simbólicos y didácticos de la Semana Santa de Palencia, declarada de Interés Turístico Internacional en 2012.
La iglesia de San Francisco ha acogido el Acto de la Vestición, que ha pasado de celebrarse en la Plaza Mayor al exterior de este templo gótico, que perteneció al desaparecido convento de San Francisco, cenobio que fue sede de las Cortes de Castilla y residencia real.
Dos hermanos de cada cofradía, con los colores representativos de cada hermandad, se han ido colocando las diferentes partes del hábito mientras un sacerdote explicaba el significado de cada una de ellas para entendidos y profanos.
La túnica que representa la presencia de Dios en la vida cotidiana y expresa el deseo del cofrade de ?cambiar de vida?; el cíngulo como símbolo de las ataduras de Jesús en el Calvario ?para que las ataduras del mal no nos esclavicen?, ha comentado el sacerdote; la capa, el manto protector de la Virgen como signo de la protección de la Madre.
Después se han colocado la medalla o la cruz, imágenes labradas en madera y metal como distintivo de cada cofradía y a la vez de unión de todos, a pesar de las diferencias, porque ?lo que nos distingue no puede separarnos y mucho menos enfrentarnos?, como ha señalado el sacerdote.
Finalmente todos han cubierto su rostro con el capirote o capillo que sirve para preservar el anonimato del cofrade durante su penitencia y- ?de la misma manera que ellos apuntan al cielo ayuden a que nuestras almas suban hacia ti, nuestro verdadero guía?- y los guantes con los que los cofrades han cubierto las asperezas de sus manos, se mantienen puros y no tocan el pecado.
Concluido el acto de Vestición ha comenzado la procesión de las Cinco Llagas, organizada desde 1998 por la cofradía penitencial de Nuestro Padre Jesús Crucificado y Nuestra Madre Dolorosa que celebra este año su septuagésimo aniversario, puesto que se fundó en 1953.
Una procesión de gran arraigo en la Semana Santa palentina en la que el protagonista absoluto es una de las mejores imágenes de Cristo Crucificado realizadas por Alejo de Vahía en el s.XIV, Nuestro Padre Jesús Crucificado, imagen titular de la cofradía que tiene su sede canónica en el templo de San Francisco.
Del templo gótico ha partido Cristo Crucificado acunado por los ocho hermanos que portaban descalzos sus sencillas andas al son de la Banda de Cornetas y Tambores de la Santísima Trinidad.
Durante todo el recorrido el Cristo de Alejo de Vahía ha pasado de los hombros de unos hermanos a otros, manteniendo una de las tradiciones y singularidades de esta procesión, en la que la Cofradía organizadora invita al resto de cofrades a que porten el paso como símbolo de fraternidad.
Sin dejar de mecer el paso y entre toques de tararú y sonidos de carraca, para acrecentar el dramatismo de la talla, el desfile procesional ha realizado cinco paradas para meditar sobre las cinco llagas del cuerpo de Cristo, las cinco heridas que Jesús recibió en el Calvario, en las manos, los pies y el costado.
La primera parada ha llevado el desfile ante la virgen titular de la cofradía organizadora, Nuestra Madre Dolorosa que ha recibido a su Hijo en la iglesia de San Francisco.
Las 18 jornadas del evento congregaron a un total de 12.600 espectadores
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