Gobernanza de la Monarquía Hispánica (y V)
Última entrega del serial del profesor Ramón Tamames para TRIBUNA
En la serie preparada para los lectores de Tribuna, sobre la monarquía hispánica, llegamos hoy al final con una especie de capítulo sobre "Las reinas que más reinaron". Una visión poco apreciada, de cómo las consortes de los reyes intervinieron en la política de Estado, algunas veces en contra de los propios intereses del país en que reinaban. Quizá la figura más prepotente en este caso fue Isabel de Farnesio, segunda mujer de Felipe V, pero no menos intrigante fue la figura de Mariana de Austria (Neoburgo), con su confesor, el jesuita austriaco Nithard, un valido durante la larga regencia de la reina, que no favoreció para nada el subsiguiente reinado de Carlos II.
LAS REINAS QUE MÁS REINARON
Con Carlos I de España y V de Alemania, la situación fue muy particular. El rey emperador, casado con Isabel de Portugal -hija de Manuel I el gran boicoteador de la expedición Magallanes/El Cano-, tuvo en ella una excelente esposa gobernadora. Después de casarse en 1526 con Carlos, el matrimonio duró 13 años hasta la muerte de Isabel un parto, que el Cesar lamentó más que nadie, con un retiro espiritual de varios meses a un monasterio para reponerse del dolor.
De esos 13 años de matrimonio, los viajes de Carlos a la Europa transpirenaica, y sus funciones imperiales, supusieron seis años de ausencia, frente a siete en España. De modo que durante todo un sexenio, la Emperatriz fue regente de su marido en los territorios españoles y los de Indias, haciendo todo con corrección y seriedad.
En el caso de Felipe II, que tuvo cuatro esposas con sus correspondientes viudedades, la intervención de sus mujeres fue prácticamente nula. Si bien, es de advertir que durante 14 años de su vida, semijubilado, pasó la mayor parte del tiempo en el Monasterio de El Escorial que ya había concluido de edificar. Durante gran parte de ese tiempo, tuvo como secretaria, sin duda influyente, a Catalina Micaela, -hija suya habida con Isabel de Valois-, que desempeño funciones de alto rango al lado de su padre.
En el caso de los Austrias menores, Carlos II, fue muy grande la influencia de Mariana de Austria, última esposa de Felipe IV, durante la regencia de minoría de su hijo. Hasta que Carlos se liberó, por su mayoría, recurriendo entonces a los dos validos. El segundo de ellos, el mejor, el Conde de Oropesa, según hemos señalado con anterioridad.
Con los Borbones, la influencia conyugal fue mucho mayor. Empezando por el caso de Felipe V, cuya segunda esposa, Isabel de Farnesio, fue una reina ejecutiva, por la casi permanente debilidad o insanidad mental de su marido. Junto con el Cardenal Alberoni, buscó en Italia reinos para sus hijos, e incluso apoyó las a veces las disparatadas ideas de Alberoni; que, como se vio antes, llego a organizar una especie de nueva Armada invencible para conquistar Inglaterra .
Con Fernando VI, un reinado pacífico y de recuperación y sobre todo de fortalecimiento de la economía y de la Marina con el Marqués de la Ensenada, las intervenciones de la esposa real, la portuguesa Bárbara de Braganza, fueron de menor importancia. Siendo verdad que constituyó uno de los arietes para acabar con la prevalencia de Ensenada. Para portugueses y británicos, Don Zenón lo estaba haciendo demasiado bien, especialmente en el caso de la Marina Real, algo muy sensible para Inglaterra y su eterno aliado, Portugal.
Afortunadamente para él, Carlos III, supo rodearse, ya se ha señalado, de grandes ministros como Floridablanca, Campomanes y el Conde de Aranda. Lo que en cierto modo evitó, tejemanejes de María Amalia de Sajonia, tranquila en su papel de consorte. El caso de máximo intrusismo real del lado femenino fue el de Carlos IV, con su esposa, napolitana de origen, María Luisa de Parma. Quien como se ha indicado, tuvo en Godoy, no solo su ministro preferido, sino su protegido personal, con una relación especial entre ambos.
LA CUESTIÓN DINASTÍAS/PUEBLO
En la formación de España como Reino y también como Nación, hubo sucesivas dinastías o entronques familiares, que siempre esquemáticamente enunciamos a partir del siglo XII, por su contribución a las sucesivas transformaciones del país. Empezando por la Casa de Borgoña, a partir de Alfonso VII, 1126 hasta 1369; cuando en la Corona de Castilla se entronizaron los Trastámara, con Enrique II, al dar éste muerte a su hermanastro Pedro I.
La Casa de Trastámara incluyó a los castellanos reyes Enrique II, Juan I, Enrique III, Juan II y Enrique IV, hasta Isabel I. Luego también se implantó en la Corona de Aragón en 1412, por el Compromiso de Caspe, con sucesivos monarcas Trastamara: Fernando I, que fue seguido de Juan II y Fernando, también II, el católico. Para producirse después la llegada, de Centroeuropa, de los Austria (Habsburgo); iniciándose ese linaje, tras el efímero reinado de Felipe I, con Carlos I (1517), para seguir con Felipe II, Felipe III, Felipe IV, y Carlos II (1700).
Tras la muerte de Carlos II, sin descendencia, se instaló en España la casa de Borbón, de Francia, donde llevaba reinando desde 1272. Para hacerlo después, hasta 1793, con el ulterior paréntesis de la Convención y Napolén, hasta 1830. Los Borbones comenzaron a regir en España con Felipe V, quien se consolidó con la larga y cruenta Guerra de Sucesión (1701/1714). La dinastía tuvo como reyes a Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III y IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII y XIII, y Juan Carlos I, perviviendo hoy, en monarquía parlamentaria, con Felipe VI ; con alteraciones intermedias de José Bonaparte, Primera República, Amadeo de Saboya, Segunda República y Franquismo.
Tal vez se haya exagerado en ocasiones la importancia de las casas dinásticas en el devenir de España. Lo cual está claro, sobre todo, por el enfrentamiento de los Habsburgo y los Borbones, que tuvo gran resonancia, con guerras continuas, coincidentes con la fase de la Historia de España de mayor implicación en el resto de Europa, durante lo que hemos llamado Monarquía Hispánica en su visión más estricta (1517-1701).
Los Austria
En contra de otras interpretaciones en pro de la trascendencia de la política propia de los Habsburgo (un linaje altamente endogámico), en tiempos de Carlos I de España y V de Alemania, el objetivo del monarca de dos coronas no fue tanto la gloria específica de su Dinastía como la búsqueda de un ideal: la unión de la Europa cristiana frente al poderío turco. Un objetivo que se reveló imposible de alcanzar, por los referidos enfrentamientos con los franceses, los príncipes alemanes de la reforma luterana, y el propio gran ascenso del Imperio Otomano en el escenario mediterráneo y en la Europa de los Balcanes.
Por otra parte, es conocido el hecho de que tras su coronación como Emperador en Aquisgrán (1520), al volver a España -reprimida la rebelión comunera-, Carlos se hispanizó de manera definitiva. En un cambio que le llevó a tener sus reinos de España (y sus Indias) como la propia base financiera y humana de su compleja Monarquía. Y también del ánimo de su propia vida, que terminó en el Monasterio de Yuste, dicen que a fin de preparar su alma para el encuentro con Dios (1558).
Felipe II, el Prudente, como han puesto de relieve Hugh Thomas, Geoffrey Parker y Manuel Fernández Álvarez, fue un español de tomo y lomo, al tiempo que el monarca que más a fondo estudiaba los asuntos de sus dominios, siempre con una visión hispanocéntrica. Sobre todo, tras descartar el Imperio universal España/China. Sin que el fiasco de la Invencible doblegara su ánimo, pues como se ha visto, el desastre de la Contra Armada inglesa y otros episodios ulteriores más que le compensaron.
Esa hispanocentricidad de Felipe II se materializó visiblemente en su decisión de situar su capital en Madrid (1561), en vez de hacerlo en Barcelona de cara al Mediterráneo, o en Lisboa mirando a Ultramar. Residió los últimos años de su vida casi por entero en el Monasterio de El Escorial; donde siguió trabajando día a día con la ayuda, entre 1580 y 1585, de su secretaria, Catalina Micaela, su hija preferida.
En el caso de los Austrias menores, la entidad Habsburgo ya no tuvo el peso especial de antes en la Monarquía Hispánica. Con un Felipe III menos guerrero que los reyes anteriores, y un Felipe IV que se vio arrastrado a la Guerra de los Treinta Años, que tuvo en su valido el Conde-Duque de Olivares la expresión de una meta totalmente hispanocéntrica, para poner a su rey a la cabeza de Europa. Algo que no pudo culminar por la insuficiencia demográfica y financiera del país, y el propio sistema confederal de la Monarquía Hispánica; frente a la fuerza creciente de Francia e Inglaterra, y el hundimiento del Sacro Imperio. Carlos II fue el último Habsburgo; con el Marques de Oropesa como valioso valido, con una ejecutoria en general injustamente tratada por la Historia, por lo que fue su reinado, de saneamiento financiero y de mejor administración. También luchó contra la influencia de su segunda esposa, Mariana de Neoburgo, partidaria de los austriacos en el litigio frente a los Borbones.
Los Borbones
En el caso de los Borbones, Felipe V fue el primer verdadero rey de España (cierto que apoyado durante largo tiempo por la autoomnipotencia de su abuelo Luis XIV). El nuevo rey hizo posible la homogeneización de los territorios peninsulares en Capitanías Generales a partir de los Decretos de Nueva Planta. Debiendo señalarse que en 1712, Felipe podría haber vuelto a Francia, llamado como Delfín para un día suceder a Luis XIV, prefiriendo entonces quedarse como Rey en España, con sus "fieles castellanos, tan leales" ?así lo dijo? en la prolongada Guerra de Sucesión que por entonces aún no tenía ganada. Sin olvidar que el propio Luis XIV, en 1710, retiró su apoyo a Felipe V por un tiempo, apreciándose entonces el coraje del joven rey de 26 años, que pudo mantenerse en el trono por el decidido apoyo popular de sus súbditos de la Corona de Castilla.
Habría que preguntarse, y aquí no vamos a dar la respuesta, por qué la mayoría de los españoles optaron por apoyar a Felipe V, en vez del candidato austracista, el Habsburgo Carlos III que prevaleció en la Corona de Aragón. Estando claro que, inicialmente, Cataluña reconoció a Felipe de Anjou como rey. Siendo las maniobras de ingleses y holandeses las que le hicieron cambiar de partido. Los Borbones, tuvieron, en general, excelentes ministros netamente españoles, al lado, cierto, de algunos foráneos en los primeros tiempos franceses de Felipe V e italianizantes de Carlos III. Con una ejecutoria de revisión y modernización indudable, sobre todo en tiempos de Felipe V, Fernando VI y especialmente Carlos III, el más ilustrado de los monarcas en el siglo XVIII.
Globalmente, los tres pactos de familia firmados por entonces entre los Borbones de España y de Francia sigue discutiéndose si fueron provechosos para los intereses españoles. El caso es que con el primero se recuperaron Nápoles y Sicilia. Con el segundo se adquirió la Luisiana. Y con el tercero se recuperaron las dos Floridas y Menorca. E incluso hubo un momento en el que el apoyo de la Marina francesa (La Royale), en tiempos de Felipe V, hizo posible mantener el Imperio de Ultramar (sobre todo en las flotas de Indias), frente a la voracidad de ingleses y holandeses.
El Pueblo
Los intereses dinásticos de Carlos I le implicaron, ciertamente, en los temas europeos. Fue algo inevitable en tiempos de guerras de religión y de búsqueda de la hegemonía mundial, para lo cual, el de Gante tuvo el gran respaldo de todo un naciente Imperio de Ultramar. Así las cosas, en este pasaje, resurge una cuestión del mayor interés: la construcción del Imperio de Ultramar, con iniciativas reales de los Reyes Católicos con Colón, de Carlos I con Magallanes, y de Felipe II con Filipinas, al lado del hecho de que la conquista fue un hecho básicamente español y popular, financiado por los propios conquistadores, mediante capitulaciones: gente del pueblo, a lo más, mediohidalgos. Como Cortés, Pizarro, Almagro, Valdivia, Jiménez de Quesada, etc., algunos de ellos estudiantes de Salamanca o Alcalá de Henares. Aunque luego, históricamente, ese esfuerzo popular inicial fue encauzándose en la burocracia de la Monarquía y sucesivamente en los cinco virreinatos.
En otras palabras, la conquista del Nuevo Mundo tuvo poco que ver con directrices dinásticas, aunque las Indias fueran una más que importante fuente de extracción de recursos, por las flotas de Indias y el Quinto Real. Siendo, pues, la conquista y sus derivaciones, con luces y sombras, la obra más española de todos los tiempos, que hizo posible la mitad del mundo que fue de España.
Y como siempre, los lectores de Tribuna pueden conectar con el autor a través del correo electrónico castecien@bitmailer.net.