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Adopción y racismo en Palencia: "La familia no es sangre, hay mucho más"

Desde 1997 Alicia sabía que la adopción formaría parte de su vida, en 2022 su familia está a punto de completarse

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Adopción y racismo en Palencia: "La familia no es sangre, hay mucho más"
Patricia  Carballo Nieto
Patricia Carballo Nieto
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En el verano de 1997, Alicia García Villameriel aprendió "lo fácil que es querer a alguien y considerarlo familia" cuando no se comparten ni sangre ni genes. Sus padres trajeron una niña saharaui que se convirtió en "una hermana" y "llegué a quererla tanto que decidí adoptar". Lo aprendió en 1997, pero ahora sus tres hijos le recuerdan cada día que "la familia no es sangre, que hay mucho más, tanto que no sabría por dónde empezar".

Pasarían los años, Alicia encontraría a su media naranja, hoy padre de sus tres hijos, y le propondría la adopción como un proyecto mutuo. Tendrían hijos biológicos y también adoptarían. "Luego, cosas del destino, resulta que finalmente nosotros no podíamos tener hijos de forma biológica, aunque sí que lo intentamos. Hice seis tratamientos in vitro y ninguno llegó a buen término", explica. Durante el segundo tratamiento, la pareja ya había presentado la solicitud para adopción nacional e internacional en Vietnam.

Les informaron de que en dos años máximo el proceso internacional habría concluido. "Finalmente nos duró nueve años", dice. Vivían pendientes de una lista en la que iban bajando puestos, "íbamos por el cuarenta y pico y nos quedamos en el doce o trece cuando se cerró Vietnam". Alicia trabaja en una escuela infantil y se le hacía duro ir "porque tenía que afrontar cuidar de otros niños sin poder tener los míos".

En 2009, y los años que le precedieron, las familias se decantaban más por adopciones internacionales. Eso ayudó a que el tiempo de espera para un niño en adopción nacional se redujera de ocho a cinco años. Entonces, llegó Gael. Había nacido en León y tenía dos meses. "Es el momento en el que te sientes madre, familia. Me imagino que como cuando das a luz y te ponen a tus hijos en brazos", recuerda. Sin embargo, también llegaron los miedos. "De repente tenía problemas en un riñón, infecciones de orina continuas... Y claro, te asusta no tener información", asevera Alicia.

En 2018, cuatro años después de que Gael se convirtiera en el hijo de Alicia, llegó la llamada de Niños sin Fronteras, la ECAI con la que tramitaban su expediente en Vietnam. Alicia recuerda que el momento más duro con Eiden fue el de ir a recogerle a un orfanato. "Soy bastante sensible y sabía que me podía afectar emocionalmente, y así fue. Me resultó muy duro ir allí, recoger a mi hijo y tener que dejar a otros niños, especialmente a los mayores que te miraban con una cara de 'llévame a mí' o 'mira, otra oportunidad que he perdido'", confiesa con tristeza.

Además, Eiden, el mediano de la familia, tenía dos años. La adaptación podría ser más complicada puesto que "un niño con dos años ya tiene arraigos, tiene cariño, conoce a su gente, tiene otro idioma, otras costumbres".

Aquel momento en el orfanato quedó también teñido de ilusión cuando se encontraron a una chica que veinticinco años antes había sido adoptada. Había regresado al orfanato en el que estuvo para conocer sus orígenes. "Para ella fue muy emocionante ver a unos papás que llegaban a recoger a su hijo y vivir ese momento", recuerda Alicia.

Aysel ha llegado a la familia hace tres meses y con su sonrisa ha conquistado a todos. La niña llegó con cinco meses y su espera también fue muy larga. "Lo peor de todo es volver a pasar todos los procesos porque aunque ya lo hayas hecho una vez, tienes que volver a pasarlos. En la valoración de la tercera idoneidad nos hicieron llevar a los niños y les evaluaron. Ahí había cositas que a mí no me terminaron de parecer bien", reconoce. La adopción de Aysel aún no se ha completado, pero la familia espera que pronto finalice.

"Por dentro éramos iguales"

Uno de los factores que hizo que Alicia y su marido se decantaran por Vietnam fue porque "había muchísima adopción internacional en China y los asiáticos estaban como muy bien vistos, muy integrados". En 2009, en Palencia, Alicia cuenta que no había muchos niños negros y al final "tú piensas simplemente en tu hijo".

"Teniendo tres niños completamente diferentes, donde más racismo vemos es con Gael. Eiden está mejor adaptado, como que le ve mejor la gente", asegura. A Gael le enfada mucho que le pregunten de qué país ha venido "como que en España no puede nacer otro niño que no sea de etnia blanca, no, señores, aquí nacen niños de todas las etnias, cubanos, colombianos" Estamos todavía bastante atrasados en este aspecto". Su madre afirma que todo llegó "cuando salió el nuevo partido de Vox".

"Le han dicho frases muy feas, muy fuertes, como 'no juego contigo hasta que no seas de color blanco', 'vete a tu país'", dice Alicia. Entonces, la familia decidió realizar un vídeo con unos huevos en el que "sacábamos cuatro huevos diferentes y unas manos". Cada uno era de un color pero "si rompías el huevo, por dentro eran todos iguales". Le explicó a Gael que con las personas ocurría lo mismo. "Él lo entendió bastante bien. Aquí estamos nosotros para sacarle adelante y explicarle que, desgraciadamente, tiene que saber afrontar estas situaciones porque la vida se las va a presentar muchísimas veces", concluye.

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